En las últimas décadas, se ha visto un gran cambio tecnológico que ha condicionado la forma en que vivimos, nos comunicamos y muchos de nuestros hábitos de consumo también.
Con la llegada de medios de entretenimiento como la televisión y las redes sociales las personas tenemos un sin fin de contenido para ver y estar entretenidos, dejando, en muchas ocasiones, en otro plano preocupaciones familiares o relaciones afectivas con amigos. Hoy en día se puede escuchar en las noticias cómo:
«han encontrado a una mujer de 85 años muerta en su piso, que podía llevar un mes en ese estado y fue encontrada por que los vecinos alertaron del mal olor que provenía del interior del piso.»
Esto me hace plantear como puede ser que una sociedad que se define como en la más conectada de la historia ocurran estas cosas, tu familia por poca que sea o lejos que esté siempre debería tener tiempo para una llamada para preguntar que tal , ¿no? Así como los vecinos o personas con las que convive en en barrio que también estarán muy ocupadas viendo o hablando del partido de fútbol del fin de semana o comentando la nueva relación sentimental del famosillo del día.
Por otro lado, las redes sociales que nos facilitan el acceso a múltiple información de nuestro interés y nos conectan nuestros «amigos», parece que sé han convertido en concursos de popularidad en la que la gente trata de transmitir todo lo increíble que es su vida y lo feliz que está haciendo, viendo o comiendo X cosa.
Pero… ¿realmente esa persona es feliz? La respuesta normalmente es que no lo sabemos. No lo sabemos porque no lo preguntamos, lo vemos sonreír en fotos o vídeos y ya está es suficiente. Puede ser un buen amigo, amigo de la infancia o un amigo a secas, pero lo que hacemos es darle un doble click a nuestra pantalla para demostrar que lo hemos visto y que estamos ahí, que estamos «presentes».
Mucha gente siente que su día a día está lleno de tareas y responsabilidades que le quitan tiempo para lo que en realidad le gustaría hacer, sin contar el tiempo que pasan en las redes sociales. Las RRSS crean la ilusión de que con ver a nuestros conocidos a través de una pantalla sirve cómo haberlo visto o quedado y charlado con esa persona.
¿Quién hoy en día le pregunta a sus amigos si son felices? ¿por qué no lo hacemos? Yo creo que no lo preguntamos por miedo a que nos respondan que no y no saber que hacer o cómo ayudarlo. Pero eso, poco a poco creo que las relaciones cada vez son más superficiales y menos personales.
Esto, mi parecer hace que perdamos la conexión personal a favor de una conexión virtual, en la que no nos conectados con las personas y sus sentimientos si no con sus perfiles virtuales.
Con todo lo dicho anteriormente no quiero expresar mi desencanto a las redes sociales sino reivindicar un mejor uso de estas tecnologías y un cambio en la forma de relacionarnos. Creo que son unas herramientas fantásticas pero lo que hace falta es una mayor educación en su uso.
Para terminar decir que la educación a mi parecer es la clave para que una sociedad avance y para mejorar todos los aspectos de nuestras vidas. Por ello, a ese tema le dedicaré también tiempo en este espacio.
Adiós mosquitos!